MAL DE RIMAYA: PITON CARRÉ
La rimaya es una grieta que aparece
en neveros y glaciares cuando se da un fuerte cambio de pendiente, o cuando
hielo y roca entran en contacto. Es una frontera, un umbral, una puerta que hay
que atravesar. Marca el final de la marcha de aproximación, y tras cruzarla
comenzará la escalada, se desplegará el corredor, la goulotte o la pared a la que aspiramos. Pero antes habrá que
atravesarla.
Últimas grietas pirenaicas |
Hay rimayas benignas, casi
imperceptibles, una zancada y ya está. Pero otras parecen enormes e
insondables, cual gargantas profundas
ansiosas por engullirnos. Es más, la misma rimaya evoluciona con el tiempo,
volviéndose más y más intratable, más y más peligrosa… hasta que finalmente impide del todo la escalada,
al menos por esa temporada.
En las fauces del monstruo |
Las rimayas entre el glaciar y la
roca son terrenos de transición. Tienen algo de los dos mundos: humedad y frío,
roca pulida por el hielo, un amasijo de nieve vieja, arenilla, fango más o
menos húmedo en el que descansan bloques, encajados o inestables. Si la rimaya
está dominada por un corredor, veremos también los impactos de las piedras
caídas, así como proyectiles de todos los calibres. No son sitios cómodos ni agradables,
la verdad. Uno los atraviesa cuanto antes, y se siente aliviado al dejarlos
atrás y enfrentarse a la escalada propiamente dicha. A veces toca calzarse los
gatos en equilibrio inestable sobre el hielo sucio pero resbaladizo, o tal vez
haya que escalar unos metros de roca cutre antes de poder quitar botas y
crampones en una repisa aceptable. Hay que ganarse el derecho a acceder a la
pared.
Entrando en la boca del dragón |
Los franceses tienen una expresión
muy afortunada: el mal de rimaya. Se trata de esas dudas, de ese miedo escénico
que le entra a uno en el último momento, cuando está a punto de cruzar el
último umbral para esa escalada que se prevé severa.
El mal de rimaya es insidioso y
astuto. Trabaja lentamente, en la sombras. A menudo se insinúa en la noche
previa a la actividad, cuando uno no sabe muy bien dónde se va a meter. Otras
veces precisamente por saber perfectamente dónde se mete uno. Se desenvuelve
mejor en la soledad del vivac que en el bullicio del refugio. Allí afuera se
está más indefenso ante sus sutiles ataques. Y cada crujido del glaciar, el eco
de cada piedra desprendida, de cada trozo de hielo desgajado, amplificado por
el circo rocoso, no solo nos inquieta y nos arranca del sueño, sino que resuena
una y otra vez en nuestros temores, amplificando nuestras dudas.
El mal de rimaya es típico de las
grandes paredes alpinas. Pero si en el Pirineo hay un lugar donde sea
especialmente poderoso, ese es el circo de la vertiente Norte del Vignemale.
………………..
Empotrado en lo más algo del circo que domina el Glaciar de Oulettes, el
Piton Carré no es la cima más elevada, pero sí acaso la más inaccesible. La vía
clásica de su cara Norte (otra Ravier, por supuesto) es una muy buena vía a la
que el cambio climático ha “regalado” un acceso incómodo y largo que puede ser
problemático y cutre. Antaño había que subir, piolet y crampones en ristre,
medio Couloir de Gaube (otra joya pirenaica en peligro de extinción). Ahora
accedemos por el borde izquierdo (según se sube) del cadáver del corredor, en 7
u 8 largos, para llegar a la base de la vía.
Algunos pasos bonitos en el corredor para acceder al Chausenque |
Pero he de admitir que cuando cojo la pluma a veces me dejo llevar por un exceso
de lirismo y tiendo a exagerar y dramatizar… En realidad, la rimaya y el
corredor no nos han puesto las cosas difíciles.
Nos hemos acercado tres veces a esta rimaya. La primera vez, cruzamos sin
ningún problema la rimaya y los 4 largos hasta la base del Espolón NW de la
Punta Chausenque. Encontramos pitones y algunas secciones de escalada hasta
bonita. Pero nos impresionó ( y asustó) la cantidad de piedras que vimos caer
por el corredor a lo largo del día. La segunda vez, hace tres años, la rimaya estaba
tétrica, toneladas de nieve helada esperando a caer sobre cualquier incauto en
cualquier momento… Este año, el cruce de la rimaya ha sido muy cómodo, y salvo
algún bloque que nosotros mismo hemos movido con la cuerda, no ha caído nada en
todo el día, ni por la pared ni por el corredor.
Por el corredor en busca del Piton |
Embarquillo en el corredor |
Pienso que es un auténtico privilegio el poder escalar en Pirineos una vía
con este ambiente, aproximándote sorteando grietas, cruzando una rimaya como
esta… aunque eso suponga cargar con botas, crampones y demás. ¡Es increíble ver
la silueta del compañero recortada
contra el fondo del glaciar! Un lujo solo posible aquí o en la Norte del
Perdido, que en un par de generaciones será ya imposible. Además, una vez
superados los 7 u 8 largos del corredor (unas 4 h), la vía es buena y estética,
bastante equipada en lo difícil y con buena roca salvo en la chimenea de
salida.
Tercer y cuarto largo en el Piton, empieza lo bueno. |
…………….
Llegamos al
refugio de Oulettes una tarde de finales de agosto. Uno de los guardas, un
chaval joven y muy simpático nos dice que ha hecho la vía hace 5 días y que la
rimaya y el corredor se pasan sin problemas. Pinta bien. Nos indica la
localización de un par de pitones que ha dejado, sobre todo uno a la salida del
último largo duro ya en terreno descompuesto y donde se puede montar reunión.
Pinta mejor. Tras la charla y un grand café au lait bajamos al plató bajo el
refugio para buscar un buen emplazamiento de vivac.
Llegando a la reu colgada bajo los techos |
Nos acostamos
pronto y pasamos la típica noche previa a las grandes courses. El guarda nos ha
tranquilizado pero para compensar nos despertamos unas cuantas veces con el
estruendo de ¿grandes? masas de hielo que caen ¿¿por el Gaube?? Es de noche y
no hay forma de saberlo.
La reunión colgada |
Suena el despertador y la acción disipa las dudas.
Rápido desayuno y con las mochilas hechas de víspera salimos para arriba. Es curioso cómo va alterándose nuestro estado de
ánimo y nuestra percepción de la realidad. Incertidumbre en la aproximación,
alivio al recibir noticias de primera mano en el refugio, inquietud en el vivac
cada vez que un microserac caía del frente del glaciar arrancándonos del sueño,
alerta determinación al cruzar la rimaya.
6º largo, la travesía de 6a |
Los 3 o 4 primeros largos, hasta la Chausenque, ya los conocemos. En otros
4 ya por terreno más cutre pero fácil, llegamos a la chimenea, más bien canal,
de inicio de la vía. La clave parece ser subir por la izquierda y sólo pasarse
a la derecha al último momento. En cualquier caso, no es necesario entrar en el
couloir de Gaube, a no ser que uno quiera embarcarse y tener que escalar luego
10 m cutre-expos para llegar a la canal, como no pasó a nosotros. Unas 4 h en
total.
Tras la travesía, mirando hacia la reunión. |
Al fin entramos
en la vía. En dos largos de
canal llegamos a un colladito donde se monta reunión y empieza la parte seria
de la vía. Un largo de V+ bastante tieso siguiendo una fisura y luego un
desplomito a la derecha, seguido por otros dos largos de placas y diedros con
algún piton, V y V+, nos llevan a la reunión colgada. El recorrido es lógico y bello, y la roca sólida y
compacta.
Juan empezando la travesía |
Entramos en los
largos estrella de la Ravier. Primero el largo de la foto del libro de “Las
100”, una travesía pitonada de 6ª que puede acerarse bién, aunque al final hay
algún paso con aire. A menudo una chorrera dificulta la travesía, pero este año
está en las últimas. En la reunión aparece el famoso diedro fisurado, hasta
entonces invisible. ¡Una maravilla! Sin mochila un tramos precioso de V+ con
una roca perfecta y donde los friends entran a caldo. Tras él viene la parte
dura del largo, unas placas y pequeños desplomes con varios pitones de alambre
y 2 espits viejísimos, uno de los cuales hay que estrangular con un el cable de
un fisurero de los pequeños. 6b de finura y equilibrio. Al final hacia la
izquierda ya en terreno de esquistos, encontramos el pitón del que hablaba el
guarda del refugio y montamos reunión.
En el 7º largo, el magnífico diedro, V+ |
Los dos largos son exigentes, pero están bastante equipados y nosotros
estamos en racha. A veces uno supera los largos clave como buenamente puede,
pero en esta ocasión yo creo que simplemente los disfrutamos.
Saliendo del 7º largo, 6b |
Entramos en la sección de los esquistos, con fama de rota y expuesta, pero
no nos cuesta apenas encontrar un camino sólido y debidamente asegurado en este
terreno de poca dificultad, y en un largo ensemble nos plantamos en las
chimeneas de salida, en una reunión a base de pitón y spit. Aquí sí que empeora
la roca, sobre todo en el último largo, pero la inminencia de la salida al sol,
tras todo un día a la sombra, nos da alas. Y de repente estamos en la arista, a
pocos metros de la cima, contemplando cómo las luces vespertinas acarician el
color cobrizo de los esquistos y las ondulaciones del Glaciar de Ossoue, allá
abajo. Hemos necesitado 6h y media para escalar los 10 largos del Piton Carré.
En total serán unas 15 h hasta volver al vivac.
Las chimeneas de salida |
En cuanto al material, llevamos 12 expreses y lo de siempre: fisus, aliens,
friends hasta el camelot del 3, con algún repe. Cintas, pitones que no
usaremos, y claro, crampones, martillo piolét y un bastón por barba, que ya
estamos mayores. Usamos la estrategia habitual en
las vias “seriouses”, el primero escala sin mochila aun a costa de que el
segundo cargue con un macuto tout plein de las botas y los crampones de ambos,
así como la comida, anoracs etc. Vamos, que va un poco puteado, pero con cuerda
por arriba.
Hemos recorrido estas paredes tantas veces, en verano, en invierno… De
algún modo las hemos hecho nuestras, nos acompañan allá donde vayamos, forman
parte de nuestras vivencias y nuestro interior. Es con una vivencia de serena
plenitud, casi de fusión, como emprendemos el largo regreso, que pese al
cansancio se nos hace ligero.
Anochece. Avanzamos entre sombras. En el refugio, nos espera el guarda que
había repetido la vía días antes. Un chaval de veintitantos. Hablamos de la
vía, de otras vías, de otras paredes. Compartimos tabaco y licor de Génepi. Distintas
edades, distintas lenguas, distintos países, pero una cultura pirenaica común.
A la mañana siguiente, descendemos hacia el Lac de Gaube, echando cada
tanto la vista atrás. Me viene a la mente cierta imagen de “La montagne
interieure”, el libro de Lionel Daudet, el escalador francés: una puerta de
roble, pesada y robusta, que lentamente gira sobre sus goznes y se cierra tras
de nosotros, una historia que se termina.
Lasarte anaiak
6 comentarios:
Ole!
Chavi
bravo
y gracias... me he desconectado del mundo mientras os leía!
Aupa Lasarte´s !! Zorionak y.. que piada tan buena!! Preciosa. Hay otra expresión que le he leido al guarda que mencionais y que en francés se dice " Ambiance Vignemalesque" El guarda a que haceis mención se llama VIVIEN es un gran escalador y una persona muy amable. Es un placer conocer gente como él. SALUD!!! javi S.
Simplemente, genial
Un abrazo a los últimos mohicanos del alpinismo
Xabi
Simplemente, genial
Un abrazo a los últimos mohicanos del alpinismo
Xabi
Otra gran Piada!! Un placer leeros como siempre!!
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