Javier Escartín con niños pastores de alpacas. |
Así, imperceptiblemente, van pasando los días y de pronto,
te das cuenta de que hace días que no escribes en el blog. Y lo peor, te das
cuenta de que aunque no paras de escalar y moverte, no tienes nada
nuevo e interesante que contar. Y en ese momento echas mano del pasado, de
cuando hacías cosas más o menos interesantes, y te entran ganas de contarlo.
Este debe de ser seguramente el proceso por el que terminas siendo lo que nunca
quisiste ser, el “abuelo cebolleta” que siempre cuenta sus viejas historias.
Y es que, estos días se cumplen cuarenta años de la que
pomposamente llamamos “Expedición al Ausangate”.
La historia comenzó allá por el año 1.975, cuando Javier
Escartín y unos amigos vascos, Patxi Zabaleta y Josetxu García , empezaron a
organizar una salida a la cordillera de Vilcanota, en el Perú. Desgraciadamente, al año siguiente, Patxi y Josetxu perdieron la vida en un accidente en el Tozal del Mallo, pero
el proyecto salió adelante empujado por Ángel Fernández y por nuestros clubs, el Vasco de Camping y Peña Guara.
La cordillera de Vilcanota es un macizo montañoso situado al
sureste de Cuzco y que podría decirse que está dividido a su vez en dos
macizos, el de los Cayangates y Jatunhuma y el del Ausangate en el que está la
cumbre más alta, el Jatum Ausangate de
6.384 metros.
Vertiente Oeste del Jatun Ausangate |
Lógicamente hay que leer esta aventura con la perspectiva de
hace cuarenta años, cuando todavía no conocíamos las técnicas del piolet
tracción (en alguna revista habíamos visto ya algo de lo que se hacía por Escocia...), íbamos con un solo piolet, yo todavía de mango de madera, y nos ayudábamos de un "martillo de Hielo", los tornillos de hielo había que ponerlos martillando y según qué tipo de tornillo, había que hacer un gran agujero para sacarlo… tampoco
conocíamos los “forros polares”, ni el GoreTex… Además, en aquellos años apenas
pudimos obtener información sobre estas montañas, y la poca que conseguimos era
confusa y muy poco precisa. Los únicos mapas de que disponíamos eran mapas
militares, norteamericanos (¿?), con una buena resolución orográfica pero con
la mayoría de los nombres que parecían no corresponderse con los utilizados por
los lugareños. Así que podríamos decir que íbamos, como ahora se dice, “a
vista”.
De izda. a drcha: Lorenzo, Ángel, Mary, Antxón, Carlos y Javier |
El siguiente relato es la reproducción del capítulo sobre la
Expedición Ausangate 1.977 del libro” K2, la montaña sin retorno” que
publicamos tras la expedición al K2 de 1.995.
Una expedición formada
por miembros del club vasco de Campíng de San Sebastian y de Peña Guara de
Huesca se dirigió en 1977 a la cordillera de Vilcanota en los Andes peruanos. Se
trataba de una de las escasas expediciones que se habían encaminado a escalar
montañas a esta desconocida cordillera sudamericana.
Para Peña Guara era la
primera vez que algunos de sus miembros salían en expediciones extraeuropeas y
sin duda significó el comienzo de una de las actividades que le llevarían a las
más altas cumbres de la Tierra.
La actividad más importante
fue la apertura de una difícil escalada a la cumbre del Extremo Ausangate, una
bonita montaña de 5.850 m que según informaciones posteriores todavía se
encontraba virgen.
Al finalizar la
expedición se editó una memoria de la que se reproduce a continuación un
extracto:
Después de preparar
nuestras mochilas y conseguir meter todo nuestro equipo en ellas, salimos en
dirección al collado situado en la base de la pared.
La ascensión por el
glaciar ha sido agobiante; nuestras mochilas pesan, a buen seguro, más de
veinte kilos y nuestra aclimatación no está completada del todo. Nos habían
recomendado estar quince días para aclimatarnos debidamente y apenas llevamos
aquí una semana, pero no tenemos tiempo.
Muy poco a poco vamos
ganando altura y empleamos casi todo el día en alcanzar el collado. Una vez
llegamos a la base de la pared, comenzamos a cavar una plataforma que nos
servirá para pasar la noche. Desde aquí, como es natural, la pared se ve mucho
más accesible y nuestro ánimo se vuelve mucho más optimista. Mientras
preparamos agua y algunos alimentos, hacemos planes para el día siguiente.
Angel y Javier irán
hacia la arista suroeste para recorrerla; Carlos y yo trataremos de escalar la
pared oeste. Nos encontraremos en la cima dentro de dos días.
Cara Oeste del Extremo Ausangate. Nuestra vía |
Al amanecer comenzamos
la escalada presentándose desde un principio con una pendiente muy fuerte
y con gran abundancia de hielo negro. Nuestros crampones apenas se clavan unos
milímetros y con la ayuda de los martillos y piolets vamos ganando altura.
Somos como hormigas en una gran pared.
Largo tras largo, siempre
bajo la misma tónica de la gran inclinación, nos turnamos abriendo camino. Más
abajo, Javier y Angel cruzan el glaciar en dirección al espolón rocoso que les
llevará a la arista.
A menudo la nieve suelta
e insegura sustituye al hielo y es preciso cavar profundos agujeros para poder
asegurar la progresión del compañero.
En plena escalada
|
Las mochilas se clavan
en nuestras espaldas y nos impiden respirar con normalidad. Esto, unido a la
altura y a la fatiga propia de la escalada hace que progresemos a la irrisoria
velocidad de 50 metros por hora.
Al anochecer llegamos
a una fabulosa cueva de hielo bajo un enorme serac situado en medio de la
pared. El ambiente es severo: a nuestros pies un abismo de hielo y sobre
nuestras cabezas un serac que esperamos no se caiga esta noche.
Antes de dormir,
nuevos problemas: nuestras cerillas están mojadas y no podemos encender en el
infiernillo de gas. Hoy no podremos beber agua ni comer alimentos calientes, lo
mismo que los dos días siguientes; es algo con lo que no contábamos y aumentará
nuestra fatiga.
La noche ha sido de lo
más confortable, no hemos pasado frío y hemos dormido profundamente; sólo la
sed atenazaba nuestras gargantas.
Ayer habíamos escalado
500 m en diagonal, hoy la escalada será directa a la cima y de una longitud
similar; sólo es posible que haya problemas con la cornisa que forma la cima,
pero parece que se podrá flanquear por la derecha.
Impacientes por
terminar la escalada, antes de amanecer salimos hacia la cima. Vamos
progresando por pequeños canalones por donde ayer caían aludes y que son de un
hielo azul muy seguro.
Nuestros cascos nos
hacen un buen papel cuando el compañero tira gruesos bloques de hielo al hacer
las plataformas para las reuniones.
Ángel con el Extremo Ausangate y la pared que escalamos detrás |
La fatiga ha debilitado
nuestras piernas y en los últimos largos de cuerda tenemos que tallar escalones
donde poder descansar. La altura se deja notar aunque menos de lo que
pensábamos.
Después de 400 m de
escalada, alcanzamos la arista cimera, tan sólo a 50 m de la cumbre.
En estos últimos 50 m la nieve está peligrosísima, la seguridad es nula.
Clavando los piolets,
las estacas de aluminio, los brazos y las piernas, conseguimos alcanzar la cima
donde, precipitadamente nos abrazamos y lloramos de alegría y nos hacemos las
fotografías de rigor.
En la cima del Extremo Ausangate |
Hacia abajo vemos a nuestros amigos que han tenido que
bajar la arista debido al mal estado de la nieve y que nos esperan en un
“plateau” del glaciar. Nos separa de ellos un laberinto de grietas por donde
tendremos que buscar el camino.
Comenzamos el descenso
con los últimos rayos del sol, al principio por una fuerte pendiente, después
salvando una rimaya y continuando por una arista fácil y descendiendo unos
metros hasta alcanzar un rellano donde preparamos el vivac.
Nunca había pensado
que fuese tan difícil cavar un agujero en la nieve. Estamos sobre auténtico
polvo, la nieve parece azúcar, nos cubre hasta media pierna y por más que
cavamos las paredes siempre se derrumban y nos hundimos. Al final optamos por
dormir encima de la nieve, sin plataforma, procurando que no nos penetre dentro
de los sacos. Nos queda el consuelo de que esta noche el suelo estará mullido.
Estamos realmente
agotados, la deshidratación junto al refuerzo de estos dos últimos días ha
hecho mella nuestros cuerpos. ¡¡Los 70 m que ayer bajamos para vivaquear nos ha
costado remontarlos más de una hora!! Nuestro agotamiento no nos permitiría
ayudarnos mutuamente si cayésemos dentro de una grieta. Sería una situación
realmente difícil.
Hemos pedido a
nuestros compañeros que vengan ayudarnos. Mientras tanto, vamos por la arista
en dirección al Pico Arroz hasta un collado desde que iniciamos el descenso.
Nos dejamos resbalar
pendiente abajo con toda la cuerda extendida para que, en caso de que uno caiga
en una grieta, el otro pueda tenerlo clavándose en la nieve.
Practicamos el salto
“Fosburi” en algunas grietas, otras las pasamos reptando por frágiles puentes
de nieve. Poco a poco vamos encontrando el camino por el laberinto de grietas
ayudados por nuestros compañeros que nos indican el camino más aconsejable. Ellos
suben extraordinariamente despacio, relevándose en la cabeza cada veinte pasos.
La nieve polvo cubre toda la vertiente Sur a donde el sol llega con tan poca
fuerza que es incapaz de fundirla, formándose este tipo de nieve tan
característica de los Andes.
El encuentro con
nuestros compañeros es emocionante; les contamos nuestra aventura y ellos nos muestran el lugar por donde bajaron. Realmente
tenía que estar muy mal la arista para arriesgarse a bajar por donde lo
hicieron.
Después de beber hasta
la saciedad continuamos bajando por el glaciar
juntos. Cuando comienza a anochecer llegamos a la morrena; allí cenamos y
continuamos caminando hasta llegar al lago Pucacocha donde, rendidos por la
fatiga, nos decidimos a vivaquear.
Tras esta ascensión, regresamos al Campo Base en Upis
rodeando la montaña por el sur. Posteriormente realizamos un intento de
ascensión a la cima principal del Ausangate rodeando la montaña por el norte y
abriendo una nueva ruta hasta unos 6.000 metros, ruta que posteriormente, con
alguna variante, se ha convertido en la Vía Normal a esta montaña, pero un inoportuno empeoramiento del tiempo nos impidió alcanzar la cima (hay que tener en cuenta que, por aquello de ahorrar peso, en ninguna de estas ascensiones utilizamos tiendas, sencillamente vivaqueábamos en alguna plataforma sobre la nieve, eso limitaba nuestras posibilidades de esperar una mejoría del tiempo).
Años más tarde, en el 2.004, volví al Ausangate con mi familia
y con mi amigo Ángel e hicimos, entre otras, la ascensión al Wayna Ausangate
desde donde fuimos testigos del deterioro glaciar que están sufriendo estas
montañas. Toda la ruta glaciar de ascensión al Wayna era una escombrera, el
glaciar estaba prácticamente desaparecido, y la hermosa pared oeste del Extremo
Ausangate que habíamos escalado con Carlos Buhler no era más que una ruinosa
pared con apenas algunos restos
de hielo que vagamente recordaban la hermosa pared que habíamos escalado hacía veintisiete años.
Lorenzo
2 comentarios:
Que privilegio leer tus relatos!! Y más conocerte!! Que grandes eres!! Gracias por compartir y hacernos viajar en nuestro sofa...
Precioso texto, Lorenzo. Aquí otro orgulloso de leerte y conocerte
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