ENVEJECER
EN RIGLOS…
LA
VIA DEL SILENCIO
En las fisuras del tercer largo |
Es duro envejecer en Riglos…
Durante años frecuentamos mucho Riglos, por gusto,
climatología y proximidad. Este enclave hermoso y único tuvo mucho que ver con
nuestra “educación alpina”, allí aprendimos a disfrutar del patio, de las vías
largas y de ese ambiente tan característico.
De jóvenes lo escalamos allí todo, al menos todo lo que
podíamos escalar. Luego, cuando las vías empezaron a repetirse, nuestra mirada
se extendió hacia otras tapias del Piri y el Prepirineo, igualmente infinitos.
Pero siempre es un placer volver a reencontrar, y
reencontrarse con esta verticalidad, con esta luz tan limpia, rodeados de
mallos y rapaces, con el pueblo a nuestros pies y la corriente del Gállego
escurriéndose en la distancia.
Hace ya muchos años, un día de invierno le entramos a la
vía del Silencio. No tengo un recuerdo muy claro de aquella escalada. Recuerdo
que pasamos mucho frío, recuerdo un largo con roca suelta, un bolo que se me
sale y un vuelo frenado por un spit. Volví a intentarlo y progresé un poco más,
hasta que justo bajo la reunión una gran panza me obligó a improvisar reunión y
pedir sopitas a Juan. Pasamos tanto frío que al día siguiente en vez de escalar
nos dimos un paseo hasta el castillo de Marcuello, por supuesto al sol.
Han pasado muchos años y muchas cosas. Entre otras, que
la vía ha sido restaurada. En este otoño tan templado, he sentido que era el
momento de sacarse la espinita. Así que acompañado de Txingu, a primeros de
noviembre de nuevo he vuelto a este escondido rincón, tan cerca y a la vez tan
lejos del bullicio que suele reinar en la base del mallo Frechin.
La temperatura es ideal, y en esta vía sabiamente
restaurada por Oscar Palacios y compañeros hemos pasado varias horas (entre
cinco y seis) disfrutando de sus largos, variados y exigentes “ma non troppo”.
La primera parte es generosa en fisuras, y aunque protegida por pitones y algún
parabolt, es agradable el hacer uso de fisus, aliens y camelots. (Usaremos el 3
un par de veces). Para cuando llegamos a las placas y panzas del 6º largo, los
antebrazos ya han recibido lo suyo. Es duro envejecer en Riglos, me digo
mientras recupero cuerda con los brazos a punto del calambre. Y es una gozada
poder vivirlo, pienso mientras paseo la mirada por este paraíso.
Mientras recorro el lienzo del 6º largo, reconozco la
zona de roca delicada, hasta que llego bajo la mega-panza que me frenó la otra
vez. Esta vez tampoco me deja. En fin, un 6b más bien bestia, que se transforma
en A0 con salida agónica hasta la reunión. Siguen luego un par de largos de
zigzagueos donde hay que llevar la brújula a mano, y para terminar otro paso
bestia de 6ª+ o A0.
Una muy buena via, que exige para disfrutarla algo más
del V+ obligatorio que aparece en los croquis (por cierto, muy buenos). Y una
hermosa jornada de la que la cordada centenaria que formamos Txingu y yo
logramos salir, si no con el rotpunkt, al menos con dignidad.
Es duro envejecer en Riglos… Y un placer vivirlo.
Lasarte
anaiak
De la oscuridad a la luz, primer largo |
Txingu entrando al segundo largo |
Apretando en el tercero |
Saliendo del 4º largo. A priori el más difícil, será es el menos obligado por grado y equipamiento |
La panza del 6º largo |
Los zigzagueos del 7º |
2 comentarios:
Así da gusto envejecer!!!!!, que nos quiten lo bailado......
Hay viejos que se morirán bien jóvenes. La vía no la regalan y hay sitios de prohibido caerse. Bonita manera de subir a la Visera.
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