VIVIR DEL CUENTO - COULOIR DE GAUBE Y SERACS DEL PETIT VIGNEMALE

2 Y 3 DE AGOSTO DE 1.974

Hielo negro en el Couloir de Gaube

Por supuesto que escalar el Couloir de Gaube de la Pique Longue y los Seracs del Petit Vignemale no es ninguna hazaña digna de este reputado blog pero a falta de otras cosas que contar y, como en otras ocasiones, como señal de vida, me permito colgar un pequeño relato y alguna foto de esta actividad que realicé con mi inseparable amigo de aquellos años, Javier Escartín.

La salida de la Pique Longue

La escalada la hicimos en agosto, hace ahora cuarenta años, cuando en agosto todavía quedaba nieve y hielo en los glaciares pirenaicos y el cambio climático era una cosa de la que hablaban los científicos pero todavía no era tan visible como en la actualidad. De hecho, ahora, en un año normal, es impensable escalar el couloir de Gaube más allá del mes de mayo. Todavía no conocíamos el piolet tracción y escalamos con un piolet de madera, tallando presas para la mano izquierda donde necesitábamos traccionar con las dos manos (tardamos unos años en comprarnos un martillo de hielo). Ya habíamos intentado escalar el couloir dos años antes pero Javier partió el mango de su piolet probando la dureza del hielo y ese día tuvimos que cambiar nuestros planes y escalar la Norte de la Pique Longue.

No hay mucho que reseñar de la escalada, tan sólo el Bloque Empotrado que estaba descubierto y por el que bajaba una cascadita de agua que al subir los brazos nos entraba por las mangas e iba directamente hasta las botas. También el susto que nos dio un enorme pedazo de hielo que cayó un instante antes de cruzar el couloir en busca de la salida rocosa de la Pique Longue.

Escalada en hielo a la vieja usanza

Emulando a Gaston Rebufat

Al día siguiente escalamos los Seracs del Petit Vignemale. Hace cuarenta años los Seracs eran Seracs de verdad, ahora da mucha pena ver en qué se están convirtiendo con el deshielo. La dificultad nos la pusieron algunos muros de hielo que escalamos con esa antigua técnica aprendida leyendo libros de Gaston Rebufat y asegurando con los “sacacorchos”, aquellos antiguos clavos de hielo que había que enroscar con ayuda del piolet. Para remate final, una enorme grieta que cruzamos clavando los piolets y subiendo por ellos con el estribo.

La rimaya final

Bueno, cosas de los viejos tiempos. Ahora tengo dos piolets curvos con los que me atrevo a escalar muros de 70 y 80 grados (de 90 no que me cago), unos super tornillos que entran solos y unos crampones monopunta antepenúltima generación, un  teléfono móvil y una página web en la que me puedo informar de cómo está el monte, pero me alegro mucho de haber vivido aquellos tiempos en los que había que complementar la escasez de medios con una buena dosis de audacia (y de temeridad).

Lorenzo