Cara E, Couloir central o Mailly |
Gourette, Pène Médaa, 2520 m, febrero del 22.
Habiendo cumplido con la preceptiva peregrinación a Gavarnie, cual creyente que vuelve satisfecho de la Meca, uno puede ya encarar la temporada invernal con cierta tranquilidad.
El anticiclón sigue instalado en el Pirineo, las condiciones siguen siendo óptimas, pero corredores y goulottes siguen escasos, apenas formados y faltos de hielo. Y así estarán hasta fin de temporada. En las zonas más clásicas, se amontonan las cordadas en los fines de semana. Este año el corredor de los Franceses al Anayet parecer ser extremadamente popular, al menos en los foros. Pero tanta gente acelera la degradación de los resaltes, escasos de hielo. Una pena. Si queremos andar tranquilos y a salvo de las multitudes, mejor buscar en otro lugar. Gontzal, cómo no, volverá a Gavarnie. Juan está libre, y a los dos nos apetece cambiar de horizontes. Una discreta entrada en Camptocamp nos pone sobre una pista interesante. Tras un porrón de años, volvemos a Gourette.
El sábado a altas horas de la noche nos instalamos en nuestro txoko habitual, bajo un inmenso tejo en el parque de Laruns. Es agradable ver cómo con el paso de los años uno va disponiendo de emplazamientos de vivac estratégicos en cada valle, o casi… Bajo este tejo hemos dormido ya una cuantas veces. El caso es que la noche es corta, y hay que conducir hasta la estación de Gourette, donde a punto estamos de no encontrar sitio para aparcar pese a lo temprano de la hora. Estamos en plena temporada de esquí.
Nuestros pasos se dirigen hacia el Pène Médaa. Hace años escalamos en la cara Oeste la Goulotte des Yeux, y ahora vamos a la cara Este, a ver si el Couloir Central o Mailly sigue en condiciones. Es una vía D sup con un resalte de hielo a 80º al comienzo, y a veces algo de mixto. Pero al ser cara E el sol puede cargarse la cascada de entrada.
Tenemos casi 900 m de incómoda aproximación por las pistas de esquí. La nieve está dura como la piedra, y para más inri sopla un viento racheado y traicionero. Lo mismo te deja tranquilo un rato que luego te tambalea y te hace perder el equilibrio, cosa nada deseable en estas palas tan inclinadas y tan heladas. Como siga así, la ascensión va a tener ambiente.
Tras un par de horas (o más) de sudar (es un decir, por que hace bastante frío) y aguantar los embates del viento, divisamos la que debe ser nuestra línea. A su derecha, la vía Julia presenta unas pintas espeluznantes, con sus colgajos de hielo y sus muros de mixto. La nuestra por suerte se ve bastante más acogedora y atractiva, un trazo rectilíneo bastante directo que al final tira a la izquierda para salir a la cresta rocosa.
La cascada del inicio sique formada, aunque se ve un tanto escasa. Habrá que mirarla de cerca. Bueno, si no estuviera bien, siempre podríamos entrar al corredor por una vira nevada un poco más arriba, pero sería una pena escaquearse el largo más duro.
Dado que Juan aun está limpiando el polvo de sus piolets y crampones tras dos inviernos de parón, me cede este primer largo, y me acerco a husmear. El hielo está azul y vítreo, con mucho relieve, cómodo para progresar. Por desgracia, no entran ni los tornillos cortos. Demasiado escaso.
Como la inclinación es moderada, subo unos metros protegido por un tornillo psicológico, medio en hielo medio en nieve, pensando que puede ser un marrón destrepar esto como no pueda pasar… El muro se pone un poco más pino durante un par de metros (80º o así), pero por suerte aparece una especie de columna que enhebro con una cinta. Menos mal que tengo disipadoras. El muro pino es cortito, enseguida relaja, y además a partir de ese punto puedo meter un par de buenos tornillos hasta llegar a la reunión, donde un par de buenos y viejos spits me saben a gloria. Bonito largo, después de todo. Y lo mejor de todo es que metidos en la vía, parece que estamos protegidos del viento.
Aparece Juan, intercambiamos material y tira para arriba...
La verdad es que todas las vías de invierno que hemos realizado en Gourette tienen un punto peculiar. Sus montañas son básicamente inmensas moles rocosas, sin grandes grietas que las surquen. Así que en sus placas calizas monolíticas no pueden formarse profundas goulottes o corredores en cuyos bordes rocosos uno pueda protegerse con facilidad. En lugar de ello, hay que ascender por chapajes de hielo o nieve adheridos a la roca, cuyo grosor, consistencia e inclinación determinarán lo segura o expuesta que pueda ser la escalada. Para facilitar las cosas, la roca de Gourette es muy compacta y falta de fisuras, y se presta mal a la autoprotección.
En consecuencia, incluso las escaladas más sencillas, como la Supernoire, tienen un punto de severidad. Deambulas por una vertiente amplia, sin la protección psicológica de las paredes de un couloir, y la mirada puede deleitarse, sin obstáculos y con cierta aprensión, en las líneas de fuga que la perspectiva dibuja hacia abajo…
Total, que los próximos largos, sin ser extremadamente difíciles, tienen cierta severidad. Recorreremos una muy amplia canal de 60-70º, cómoda para progresar pero difícil de proteger. La nieve está helada y bien dura y no hacemos huella al progresar. Solo aquí y allá aparece algún chapón de hielo donde meter un mal tornillo. Mal terreno para caerse. Menos mal que no nos vamos a caer…
Improvisamos las reuniones y los seguros como podemos. Tornillos más o menos potables, algún clavo, algún friend en roca. Largas y bellas tiradas de 60 m en las que entran dos o como mucho tres seguros. Frío intenso, un patio elegante y una ambiente recio y alpino. A veces se escuchan las ráfagas de viento, que afortunadamente aquí no nos alcanzan.
Iniciando el tercer largo |
Para nuestra tranquilidad, las dos últimas reuniones tienen clavos. En 7 largos alcanzamos primero un collado en la cresta, y luego la cima del Pène Médaa (2520 m), ya por terreno rocoso. Por fin salimos al sol. ¡Una buena escalada!
Dos rappeles, el 2º un poco escondido, nos conducen a unas palas de nieve bastante pinas, que descendemos con cuidado, pues están muy heladas. Al menos, el viento parece haber pasado, y al solecito se está hasta bien. En un rellano aun bastante por encima de las pistas de esquí me planteo guardar los piolos y sacar los bastones. ¡Error! En un momento una brutal racha me zarandea como a un pelele y a punto está de mandarme al suelo primero y luego al hospital, pues con esta helada sería imposible la autodetención.
Tercer largo |
¡Por fin entra un clavo! |
Pero los sustos no han terminado. Poco más abajo decidimos que ya es tiempo de recoger cuerdas y material de escalada y guardarlos en las mochilas. En esas estamos cuando una racha descomunal nos arrebata las mochilas y su contenido de las manos para mandarlos dios sabe dónde, aparte de casi tirarnos al suelo.
Metiendo un tornillo en ¿hielo? 5º largo
Vemos deslizarse la mochila de Juan pendiente abajo hasta desaparecer. Yo atrapo la mía al vuelo, pero una de las bolsas que hay dentro sale despedida y vuela monte arriba. Sigo el rastro de barras energéticas rotas y consigo encontrarla a unos 300 m. La mochila de Juan aparecerá kilómetro y medio más abajo, al menos en nuestro camino de regreso al coche. Finalmente, nos faltarán una funda de cantimplora, unas viseras, y poco más, a excepción de mi teléfono, que a raíz del vuelo sin motor empezará a fallar y me obligará a sustituirlo. Pero ahora tengo uno resistente a los choques y la humedad.
Poca cosa en realidad, a cambio de una buena vía y de un intenso día de escalada.
Se intuye la salida |
Pène Médaa, 2520 m, Cara E, couloir Central o Mailly, D sup-MD?, 350 m
Lasarte anaiak
Juan en la 4ª reunión |
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